La economía y el ambiente están profundamente relacionados, ya que la economía depende de los recursos naturales que ofrece el ambiente como el agua, el aire, los suelos, los bosques, los minerales y la energía. Cuando estos recursos se utilizan de manera irresponsable aparecen problemas como la contaminación, la deforestación, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad.
Esto demuestra que un ambiente deteriorado limita la capacidad de la economía para seguir creciendo, ya que se agotan los recursos y aumenta el costo de obtenerlos.
Entre los principales problemas se encuentran la sobreexplotación de recursos como el uso excesivo del agua, la pesca y los bosques, la contaminación del aire, los suelos y los océanos que afectan tanto a la salud de las personas como a la productividad económica, y el cambio climático causado por las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes principalmente de la industria y el transporte.
También existe un tema de desigualdad, porque los países más pobres son los que más sufren las consecuencias ambientales, aunque no sean los que más contaminan.
Para enfrentar estos retos se han desarrollado enfoques como la economía ambiental, que analiza cómo valorar económicamente los recursos naturales y cómo diseñar políticas como impuestos verdes, incentivos y regulaciones para promover un uso responsable, y el desarrollo sostenible, que busca un equilibrio entre crecimiento económico, protección ambiental y bienestar social, sin frenar la economía, sino transformándola para que se adapte a los límites del planeta.
Algunos ejemplos de integración positiva son el uso de energías renovables como la solar y la eólica que sustituyen a los combustibles fósiles, la economía circular que promueve la reducción, reutilización y reciclaje de materiales, la agricultura sustentable que cuida los suelos y el agua, y acuerdos internacionales como el Acuerdo de París para reducir las emisiones de carbono.